Marina Garcés en «Escuela de aprendices» da un interesante giro a la cuestión ¿cómo educar?, cambiando el enfoque de la fórmula, moviendo el sujeto y el objeto de lugar. Concluye entonces que la pregunta debería ser formulada «¿cómo queremos ser educados?». Extrapolándolo al campo de la comunicación, el quid de la cuestión reside en que no es tanto cómo comunicar sino cómo queremos ser comunicadas. Si se dice que «no se puede no comunicar» seguramente sea porque «no se puede no aprender».
La clave está en qué es lo que aprendemos, o aprehendemos, qué cala más hondo y nos hace mella por dentro. De la misma forma, necesitamos -hoy más que nunca —en estos tiempos de incertidumbre— , pensar qué es lo que comunicamos, o del mismo modo: qué es lo que queremos que los demás aprendan con nuestra comunicación. Se da una interesante disyuntiva: incluso aunque no hiciésemos nada, no comunicásemos nada, también estaríamos diciendo mucho. El problema reside en el camino que va desde lo que yo digo a lo que tú entiendes.
Es por eso que a veces nos hace falta un manual, un compendio de instrucciones con las que tener, al menos, un hilo conductor. Aunque un manual no es solo una serie de pasos que sigo de forma numérica y consigo un resultado siempre igual. Este manual tiene como objetivo destacar el espíritu de una época, de un tiempo. Eso que los alemanes llaman zeitgeist. La época que tratamos aquí es la de un paso de proyectos de vida y trabajo de personas enredadas de diversas formas a la construcción definitiva de una de las formas más interesantes, y por tanto complejas, de organización laboral, ética y personal: el cooperativismo.